LA SORTIJA DE GIGES

LA SORTIJA DE GIGES

INTERESANTE REFLEXIÓN SOBRE LAS ACCIONES DE LOS GOBERNANTES

 

La joven autora de este artículo nos traslada sus tribulaciones sobre las acciones de los gobernantes ancladas en el pensamiento político más clásico. Parece que nuestra sociedad ha aprendido poco después de dos mil quinientos años.

 

Hoy en día, podemos afirmar que la idea de justicia nació de la necesidad que mostraba la ciudadanía de lograr un Estado armonioso y bien organizado. Sabemos muy bien por Platón que la felicidad individual es equivalente a la felicidad colectiva. Si nos encontrásemos en un modelo piramidal en el que cada uno ocupara su lugar y cumpliera con su rol, cada uno de estos individuos sería feliz. Y es que, la suma de estas felicidades individuales hace de la ciudadanía un Estado armonioso, un Estado en el que la división del trabajo es tan exacta que logra el perfecto funcionamiento del mismo. Así, queda demostrado que el buen gobernante es aquel que es bueno en su función, es decir, que es justo y tiene en cuenta el interés general.

 

Sin embargo, según Glaucón, esta justicia no es del todo sincera. Para él, existen tres tipos de bienes diferentes:

  • Bienes que se persiguen por su valor intrínseco, como podría ser la alegría.
  • Bienes que se persiguen única y exclusivamente por el beneficio que nos reportan, como la gimnástica o el ejercicio de la medicina.
  • Bienes que se persiguen por el valor que se les da a ellos mismos, así como por los resultados que se obtienen de ellos, como la inteligencia.

 

Glaucón, lejos de ser esa su visión, considera que la opinión general es que la justicia debe clasificarse como el segundo tipo de bienes, como aquellos que se practican por el beneficio social y la buena reputación que nos reportan, pero que, debido a la dificultad que conlleva ser justo, sería más sencillo rehuir de dicho bien. Con el objetivo de demostrarle a Sócrates que aquel que es justo lo es por obligación, Glaucón hace uso del ejemplo del Mito de Giges.

 

Giges era un pastor íntegro al servicio del rey de Lidia. Debido a un fuerte temporal, se le puso en su camino una sortija que le reportó un gran poder: la invisibilidad. Aprovechándose de este privilegio, Giges accedió a Palacio, mató al rey, se casó con su esposa y se hizo con el reino de Lidia. Así, y citando a Glaucón: “he ahí lo que podría considerarse una buena demostración de que nadie es justo de grado, sino por fuerza y hallándose persuadido de que la justicia no es buena para él personalmente puesto que, en cuando uno cree que va a poder cometer una injusticia, la comete”.

 

Por su parte, Sócrates difiere con Glaucón y mantiene que la justicia es un bien que perseguimos tanto por las ganancias que nos reporta como por su valor en sí mismo. Tanto es así, que considera que el que es justo lo hace por convencimiento propio y porque es consecuente con sus actos. Para Sócrates, el mal o la injusticia están asociados a la ignorancia, evidenciando así la relevancia de la educación. Afirma que tan solo el que desconoce el bien y la verdad es capaz de actuar inmoralmente. Por este motivo, y apoyándonos en el mito de la caverna de Platón, son los filósofos y los sabios aquellos capaces de gobernar, pues son los únicos que han logrado liberarse de las cadenas y alcanzar el verdadero conocimiento, la Episteme. Así, el resto de los ciudadanos, cuyo conocimiento es una Doxa o mera opinión, han de formarse con el fin de alcanzar su felicidad individual y, por ende, la de la completa ciudadanía. Retomando el ejemplo de Giges, calificamos sus acciones como ignorantes e inmorales, pues no se da cuenta de que siendo injusto tan solo logra corromper la comunidad en la que vive, destruyendo la armonía de un Estado justo.

 

Con respecto a mi opinión, considero, y me entristece reconocerlo, que en la actualidad existen ambos tipos de personas. Sería idílico creer que el mundo está repleto de ciudadanos justos por convencimiento, ciudadanos preocupados por el interés general, pero, a pesar de existir este tipo de individuo, seguimos viendo día tras día personas con un carácter y una visión de la justicia que se asemeja cuanto menos a la de Giges. Sin duda alguna, estoy convencida de que muchas de las personas justas son justas porque saben reconocer el valor de dicho bien, porque son capaces de ver las múltiples ventajas que reporta el ser justo en comparación con no serlo, y porque, lo más importante, aunque tuvieran en su poder la sortija de Giges, seguirían actuando conforme sus convicciones, pues no encuentran el sentido a la injusticia.

 

No obstante, también soy consciente de que el perfil descrito por Glaucón sigue presente en nuestra sociedad. Este tipo de individuo es aquel que parece ser justo, pero no lo es. Tras esta apariencia de justicia, en la que no cree, logra obtener los beneficios del justo, como una buena reputación de cara a la sociedad. El problema reside en que muchas de estas personas salen gratamente recompensadas de sus actitudes, como es el caso de Giges. A pesar de no creer en la justicia como bien en sí mismo, parecen ser justos, cometen injusticias y, aun así, salen reforzados. Trato de justificarlos con la teoría de Sócrates, “aquel que es injusto lo es porque no conoce el bien, porque es un ignorante”. Sin embargo, el hecho de que ciudadanos supuestamente formados y educados, ciudadanos que nos gobiernan para hacer de este un Estado más justo, sigan teniendo actitudes características de aquel al que tan solo le importa el interés propio, me hace reflexionar y tener pensamientos pesimistas sobre la moralidad de la ciudadanía actual.

 

MERCEDES FUENTES MÁIQUEZ

Historia de las Ideas Políticas

Estudiante 2º ADE, Relaciones Internacionales, ICADE E-6

 

 

 

 


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